Frases 5. R y Julie

- Primera parte: Querer - Página 38

Me acerco a la chica. Ella se encoge de miedo ante mí; su carne fresca me ofrece todas las cosas que estoy acostumbrado a arrebatar, y mis instintos empiezan a reafirmarse. Los brazos y la mandíbula se llenan del deseo de arrebatar y rasgar. Pero entonces ella grita otra vez, y algo se agita dentro de mí, una polilla débil forcejeando contra una telaraña. En ese breve instante de vacilación, con el néctar de los recuerdos de un joven todavía presente, tomo una decisión.

- Primera parte: Querer - Página 57

Los cinco niños de la clase están nerviosos, pero el profesor les grita y empiezan a aproximarse. Cuando están lo bastante cerca, los cinco arremeten al mismo tiempo; dos agarran cada brazo, y el quinto va por la garganta. Pero el viejo es increíblemente fuerte. Se gira y estrella a dos de ellos contra la pared de maletas. El impacto sacude la pared, y de lo alto cae una sólida maleta metálica. El hombre la coge por el asa, la levanta en alto y golpea con ella la cabeza de uno de los niños. El cráneo del niño se hunde y el cerebro sale a presión. El pequeño no grita ni se menea ni tiembla; simplemente se desploma hecho un amasijo de miembros, aplastado contra el suelo como si llevara meses muerto.

- Primera parte: Querer - Página 103

Durante todos los meses o años que llevo aquí, nunca he pensado en las otras criaturas que caminan a mi alrededor como personas. Humanos, si, pero no personas. Comemos y dormimos y avanzamos arrastrando los pies a través de la niebla, recorriendo un maratón sin línea de meta, ni medallas, ni aplausos. Ninguno de los ciudadanos del aeropuerto pareció muy afectado cuando maté hoy a cuatro de los nuestros. Nos contemplamos a nosotros mismos de la misma forma que contemplamos a los vivos: como carne. Anónimos, sin rostro, desechables. Pero Julie está en lo cierto. Yo tengo pensamientos. Tengo una especie de alma, por arrugada e impotente que sea. De modo que otros también pueden estar en la misma situación. Tal vez haya algo que merezca la pena salvar.

- Segunda parte: Aceptar - Página 152

- ¿Sabes qué, Perry? – Dice Julie. Tiene la voz trémula de sus penas íntimas. – Todo acaba muriendo. Todos los sabemos. Personas, ciudades, civilizaciones enteras. Nada dura. Así que si la existencia es binaria, muertos o vivos, estar aquí o no estar aquí, ¿de qué coño sirve todo? – Alza la vista hacia unas hojas que caen y alarga la mano para coger una hoja de arce de un rojo encendido. – Mi madre decía que por eso tenemos memoria. Y lo contrario de la memoria: la esperanza. Para que las cosas que han desaparecido sigan siendo importantes. Para que podamos aprovechar el pasado y crear un futuro. – Gira la hoja delante de su cara de un lado a otro. – Mamá decía que la vida solo tiene sentido si vemos el tiempo como lo ve Dios. Pasado, presente y futuro al mismo tiempo.

- Entonces, ¿qué es el futuro? – pregunto, sin inmutarme. – Puedo ver el pasado y el presente, pero ¿qué es el futuro?

- Bueno... – dice ella, riéndose de forma entrecortada. – Supongo que esa es la parte difícil. El pasado está compuesto de hechos e historia... Supongo que el futuro es solo esperanza.

- O miedo.

- No. – Ella niega con la cabeza firmemente.- Esperanza.

(R y Julie)