* Primera Parte - Prólogo *
- Algún día os arrepentiréis de lo que me habéis hecho. Cuando Apóstolos regrese, lo pagaréis caro.
Xedrix se interpuso entre ella y los demás. Apolimia le colocó una mano en el hombro para evitar que atacara.
- No nos harán daño, Xedrix. No pueden.
- No – convino Arcón con amargura – pero permanecerás encerrada en Kalosis hasta que nos reveles dónde está Apóstolos o hasta que él muera. Solo entonces podrás regresar a Katoteros.
Apolimia siguió riendo.
- Cuando mi hijo alcance la madurez, tendrá el poder de venir a buscarme. Y cuando me libere, el mundo que conocéis llegará a su fin. Y yo os derrocaré a todos.
Arcón meneó la cabeza.
- Lo encontraremos. Lo mataremos.
- No lo conseguiréis. Y yo bailaré sobre vuestras tumbas.
* El diario de Ryssa. Princesa de Dídimos *
- ¿Por qué me odian tanto, Ryssa?
Dejé mi labor para mirar a Aquerón, que se acercaba con timidez. A sus siete años era un niño increíblemente guapo. Su largo pelo rubio relucía en la habitación como si hubiera sido bendecido por los mismos dioses que parecían haberlo abandonado.
- Nadie te odia, akribos.
Sin embargo, en el fondo de mi corazón yo sabía la verdad.
Al igual que él.
Cuando se acercó más, vi la marca enrojecida de una mano en su rostro. No había lágrimas en sus turbulentos ojos plateados. Se había acostumbrado a los golpes de tal manera que ya no parecían afectarlo.
Al menos, no físicamente, solo en su corazón.
- ¿Qué ha pasado? – le pregunté.
Aquerón desvió la mirada.
Me aparté del bastidor y acorté la distancia que nos separaba. Me arrodillé delante de él y le aparté el pelo con cuidado de la mejilla hinchada.
- Cuéntamelo.
- La vi abrazarlo.
No me hizo falta preguntarle a quién se refería. Había estado con nuestra madre. Nunca entendí cómo podía ser tan cariñosa con Estigio y conmigo y al mismo tiempo ser tan cruel con Aquerón.
- ¿Y…?
- Yo también quería un abrazo.
En ese momento reparé en ellos. En los signos evidentes de un niño que solo quería el amor de su madre. Vi el ligero temblor de sus labios, el brillo de las lágrimas en sus ojos.
- ¿Por qué si soy igual que mi hermano, yo soy antinatural pero él no? No entiendo por qué soy un monstruo. No me siento como un monstruo.
* Segunda Parte - Aquerón *
“Yo te protegeré”…
La promesa de la diosa resonaba en sus oídos mientras la miraba desde arriba, a la espera de que le asestara el golpe de gracia. La verdad era que prefería la muerte al espantoso dolor que le estaba destrozando el corazón al verla hacer lo que estaba haciendo.
Artemisa le había mentido.
De repente, cayó al suelo. La misma fuerza invisible que lo había mantenido contra la pared, lo hizo rodar por el mármol y lo inmovilizó mientras Artemisa se acercaba con una mirada asesina.
- Te juro que como digas una sola palabra de esto a alguien haré que te maten de una forma tan dolorosa que tus súplicas pidiendo clemencia resonarán por toda la eternidad.
Sus palabras le llenaron los ojos de lágrimas porque le recordaron a tantas otras amenazas de aquellos que lo despreciaban por desearlo. ¿Cuántos dignatarios, cuántos nobles, habían buscado sus servicios y después lo habían maldecido en cuanto obtuvieron el placer que buscaban?
Vivían con el miedo de que un puto arruinara sus valiosas reputaciones. Lo habían echado de sus camas a patadas o lo habían tirado al suelo mientras lo maldecían por la lujuria que despertaba en ellos como si lo hiciera a propósito.
¿Cómo había podido pensar que Artemisa sería distinta? A fin de cuentas, él era lo que era. Nada.
- ¿Estás escuchándome? – masculló Artemisa, que se acercó para hablarle en la cara.
- Te escucho.
- Te arrancaré la lengua.
Tuvo que contenerse para no soltar una carcajada al escuchar la conocida amenaza. Siempre supo que jamás la llevarían a cabo. La lengua era lo más valioso de su persona, ya que era la parte de su anatomía que más placer provocaba.
- Como deseéis, akra.
Lo agarró del pelo y le dio un tirón para obligarlo a mirarla.
- Soy la diosa Artemisa.
Y él era Aquerón Partenopaeo. Un puto maldecido por los dioses. Un esclavo despreciado. Incapaz de ganarse el amor de nadie.
* Tercera Parte - En el Presente *
- Juré que si alguna vez escapaba de Kalosis, mataría a Artemisa y a Apolo por lo que te hicieron. Los dos sabemos que si no cumplo mi palabra moriré. Así que estás en lo cierto. Si me liberas, estaré obligada a destruir el mundo.
- Y yo estoy obligado a mantenerte encerrada.
Su madre meneó la cabeza.
- Nunca entenderé cómo es posible que me sienta tan orgullosa de ti y tan decepcionada a la vez. No entiendo la lealtad que demuestras por una raza que te traicionó… No, fue mucho peor que una simple traición, te torturaron y abusaron de ti de un modo que no merece ni compasión ni perdón. Pero respeto tus convicciones aun cuando se oponen por completo a las mías. Ninguna madre podría estar más orgullosa de su hijo, Apóstolos. Ve a por tu diario. Y recuerda que estoy aquí para ayudarte en todo lo posible.
Levantó la mano y su madre imitó el gesto hasta que estuvieron la una frente a la otra. Era lo más cerca que estarían de tocarse. Una parte de su ser ansiaba liberarla costara lo que costase.
Sin embargo y tras haber sufrido tanto, no sería capaz de vivir sabiendo que les había hecho daño a otras personas. A menos que se lo merecieran, por supuesto.
- Que mi amor te acompañe, Apóstolos. Haz lo que tengas que hacer.
Me encanta! Es tan triste.. odio a la zorra de Artemisa! Buff.. es que como no odiarla cuando amo a Ash? Es imposible! ^^
ResponderEliminarun besin
Me encantan!!!! *¬*
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