Gracia Durán recibe una misteriosa llamada en
mitad de la noche, a consecuencia de la cual acudirá a una extraña cita en las
afueras de Barcelona y tendrá un primer encuentro tan imprevisible como
espeluznante. Después de eso, ya nada volverá a ser lo mismo para nadie. De
pronto, en la insidiosa oscuridad de una noche de tormenta, ha dado comienzo
una siniestra cuenta atrás para toda la humanidad.
Aviso: Reseña llena de
spoilers, más bien lo que hago es destripar el libro, por lo cual, leedla bajo
vuestra responsabilidad si todavía no habéis disfrutado este genial libro.
Me encantan las historias de ciencia ficción, aunque el
tema lo trato más en el cine que en la literatura, pero realmente me apasiona.
Este tiene todos los ingredientes para encantarme, tal y
como ha hecho: Extraterrestres muy interesantes, un cercano fin del mundo
inevitable, una nueva historia para la humanidad; fascinante.
Excepto los primeros capítulos, la historia está narrada
por el extraterrestre protagonista y eso es lo que engancha tanto, conocerle y
todo lo que tiene que contar. Porque tiene mucho que contar y todo es
sorprendente y fascinante. No es el colmo de la originalidad pero para mí eso
no le resta ningún punto. Tal vez porque es el primer libro que leo de este
tema.
Es un libro corto pero intenso, lo único que “no me ha
gustado” es el final, que es muy abierto, y te deja totalmente con ganas de
más, de más historia y de saber a ciencia cierta lo que sucede, de presenciar
la catástrofe y sus consecuencias. Aun así, en el final flota el desastre y
también la esperanza.
Y todo viene, todos los problemas e incluso el fin del
mundo que se avecina, de esa “nueva historia para humanidad”. El principio de
todo, la condenación inevitable y premeditada de nuestro mundo y de la especie
humana. Por culpa de nuestros creadores, los padres de nuestra existencia,
nuestros Dioses de carne y hueso: los extraterrestres.
Nuestro mundo es su laboratorio, su jardín del Edén, y
nosotros su experimento, que se les fue de las manos, jugando a ser dioses
crearon sin quererlo ni poder controlarlo una nueva especie inteligente, la
raza humana. No deberíamos existir, fuimos un error de cálculo, un exceso de
confianza, y cuando se quisieron dar cuenta, ya era demasiado tarde. Crearon
una aberración de la que se sienten culpables y responsables. Un hermoso y
paradisíaco nuevo mundo, habitado por los seres inteligentes más “malvados” del
universo. Porque somos defectuosos, carecemos de sus dones, y una vez hecho ya
no podían mejorarnos, ni tampoco destruirnos, solo les quedaba esperar a que el
tiempo, que nos tenía ya puestos en nuestro lugar, acabara con nosotros inevitablemente.
Y ellos, en su superioridad y perfección, nos temen, nos
repudian, nos compadecen y nos juzgan. Los culpables de nuestra existencia, de
nuestra vida y muerte, de nuestra creación y extinción.
“Pero aún nos llevó algún tiempo comprender
del todo que, más que una especie inteligente propiamente dicha, lo que
nosotros habíamos creado era una nueva forma de dolor.
Porque
aquellos pequeños seres, incapaces de comunicarse de verdad, extraviados en la
limitación de su lenguaje, vivían atrozmente solos y, al final, desaparecerían
sin más, como los animales; la integridad de su memoria, en una palabra, su
personalidad, no podía ser transmitida a ningún otro, sino que simplemente se
extinguiría, de tal forma que con cada uno de ellos nacía y moría el mundo
entero y esa certidumbre y ese miedo empapaban los contados días de su vida de
una tragedia y despavorida ansiedad.”
¿No es alucinante? Me habría gustado que el libro fuera
más largo, más extenso, tener más, más y más.
Y nuestros creadores, los extraterrestres principales,
aunque hay más ellos serán los únicos a los que conoceremos realmente, y
concretamente a dos de ellos. Casi se podría decir que esos dos son Dios y
Jesucristo jaja (¡blasfemia! Me parto yo sola), uno el principal responsable de
nuestra creación, y el otro una especie de hijo “a lo extraterrestre”. Los
únicos que se apiadarán de la especie humana, pese a nuestros errores, pues no
tenemos la culpa de ser como somos, aunque el castigo es inevitable y
apocalíptico.
“Pero
antes de que todo acabe yo quiero dejar constancia en su propio idioma de que
la culpa no es suya; aunque sean suyos el dolor, la violencia y la brutalidad,
ellos son inocentes. La culpa es nuestra y solo nuestra; y el Universo entero –
el mismo que los verá morir dentro de poco – lo sabe tan bien como yo.”
Y nuestro principal defecto y diferencia, lo que nos
convierte casi en una abominación, es nuestra forma de comunicarnos, usamos las
palabras, el idioma que ellos denominan como “el mal”, lleno de limitaciones, que
nos permite mentir, engañar, manipular y hacer toda clase de maldades, cosas
inconcebibles, inaceptables e imposibles para ellos, porque, sin tecnicismos,
se comunican mentalmente, sin barreras, están completamente conectados.
“Nuestros
respectivos idiomas determinan el orden moral de nuestros mundos: el lenguaje
inmanente lleva necesariamente a vivir en la comunicación y en la verdad,
mientras que la oscuridad de las palabras, es decir, los lenguajes fonéticos,
comportan vivir en el aislamiento entre mentiras y simulaciones.”
Y eso hace que vivan mental y emocionalmente libres, esa
exposición ha erradicado cualquier tipo de maldad en las demás especies del
universo. La maldad es libre entre los humanos porque puede esconderse, en
nuestras mentes, y disfrazarse, campa a sus anchas, acechando en la oscuridad
de nuestros defectos y limitaciones, de nuestra “sordera” como lo llaman Ellos.
Aunque, personalmente, yo creo que el mal es algo más
primitivo, algo más profundo y más difícil de extirpar. Si, forma parte de
nuestra naturaleza, pero por ser humanos, simplemente, no por la “sordera”. Que
estuviéramos todos conectados, cada pensamiento y sentimiento expuesto, ¿haría
que la gente dejara de sentir cosas malas? De desearlas, de hacerlas… al no
poder esconderse, ¿realmente eso extinguiría nuestra maldad? Me cuesta
imaginarlo y concebirlo de esa forma, aunque es una bonita utopía. Ayudaría, lo
reduciría sin duda. Un mundo libre, sería dolorosamente bello, y con el tiempo,
evolución, olvidando nuestros defectos humanos, dejando atrás ese lastre,
podría convertirse en un paraíso. Tal vez.
“Cómo,
de qué modo, podía explicarle a aquella pobre mujer asustada e inerme que todos
los integrantes de su especie estaban condenados a desaparecer sin remedio, y
que aquellos que podían paliar semejante tragedia la observaban con algo muy
parecido al alivio, como si se tratara de una especie de curación natural, que
los habitantes de las civilizaciones más antiguas – los antiguos árbitros
morales del Universo – con toda su enorme sabiduría a cuestas, habían hecho
ingentes esfuerzos para impedir cualquier forma de auxilio a los seres humanos,
y que, no obstante, lo habían hecho con un pesar inabarcable, infinito,
plenamente conscientes de su responsabilidad y muy abrumados por ella. Y lo que
es todavía peor: cómo iba a explicarle que no se les podía censurar por ello,
puesto que acaso tuvieran razón y lo mejor, lo más cabal, fuera que los hombres
desaparecieran del todo y para siempre”
¿El universo llorará más nuestra pérdida o nuestra
creación? ¿Nos olvidarán con un suspiro de alivio y lágrimas de culpa en los
ojos?
“A fin
de cuentas, ¿qué es el mal? ¿Dónde está? ¿En la criatura que, desde la
fragilidad de su destino, no hace otra cosa que cumplir su naturaleza? ¿O en la
frivolidad del creador que la engendró así, sorda, desamparada y mortal?”
Pero conforme pasan las páginas cada vez hay más
esperanza, no para la humanidad sino para nuestro querido extraterrestre y la
inesperada misión que se le presenta, pero esa esperanza será catastrófica
porque le condenará con todos nosotros, le contaminará de humanidad de forma
insalvable. Y si un extraterrestre se contamina lo aíslan y marginan
completamente porque al estar todos conectados sería como un virus imparable.
“El
contacto con el mal mancha irremediablemente.”
La verdad es que el libro representa tal y como yo me
imagino, dentro de lo que cabe, a la vida extraterrestre, superior y casi
divina, y a nosotros, la especie humana, un parásito insalvable…
¿Pero en realidad somos tan insalvables? Nuestros
defectos podrían arreglarlos, aunque el riesgo que correrían sería de
contaminación total, ¿merecemos la pena? Solo uno piensa que sí, nuestro
creador. Su infinito amor y culpabilidad hacia nosotros le harán probar,
desesperadamente, que somos salvables, y lo conseguirá. Es fascinante, no
necesitamos ser perfectos como ellos, solo su influencia y presencia, para
aprender y transformarnos.
Y hablando de amor, también me ha gustado la forma que se
le ha dado gracias a los extraterrestres. Un amor puro, inocente y absoluto.
Son asexuales, ni hombre ni mujer, se unen y se aman como seres, como almas.
** Otra parte que quiero comentar **
“Dios se
nutría de su desesperación e iba creciendo dentro de su cabeza igual que un
tumor”
¡Amén! Y pese a que no quiero ofender a nadie, eso que
quede claro, voy a ser franca porque me apetece y me da la gana.
Me gusta al principio la visión que dan de la humanidad y
sus religiones y sus Dioses. Se da una visión de debilidad, mental, porque necesitamos
creer en algo superior para poder sobrellevar nuestras vidas. Ellos creen que
es porque estamos condenados a morir desde nuestro nacimiento, a dejar de
existir, a desaparecer… es nuestra forma de afrontar la muerte, la nada. Ellos,
al conocer el universo más extensamente que nosotros, y por su forma de
comunicación que también hace que sus mentes puedan vivir casi eternamente, en
diferentes cuerpos, no conciben un Dios, ni lo necesitan. Pero nosotros sí, esa
esperanza absurda, esa ilusión infantil y demente, como creer en Papa Noel o
los Reyes Magos (por decir algo) que si eres bueno te traen regalos y si no te
dejan carbón. Creer que solo este mundo cruel no es lo único que tenemos, que
nuestro tiempo no es tan escaso, que todo el sufrimiento merecerá la pena.
Porque no somos capaces de afrontar la cruda y brutal realidad, la vida y la
muerte, el final absoluto. Y nos inventamos la magia de un Dios, cada cual con
el suyo, para hacerlo más llevadero. Fe. Esperanza. Miedo.
Aunque luego el extraterrestre se ablanda, y ve desde
otro punto de vista la fe y la esperanza, tal vez por haberse contaminado de
humanidad, no cree, pero pone en duda, ya no lo niega irrevocablemente. Y sí,
es por haberse contaminado, porque ahora conoce el miedo, la desesperación del
final que se avecina, la muerte completa incluso para él, y eso le hace poner
en duda lo que la razón y la lógica mandan. Puede haber más universos, el
infinito es demasiado grande para conocerlo entero, ¿quién sabe que puede haber
allí? Y el miedo le da esperanza, le da fe, al acercarse el final.
***
“La loca
creencia de que tras el horror absoluto renacería la pureza original. Pero
¿cómo, de qué modo puede el crimen devolverle la inocencia a un Universo que no
tiene el don del olvido?”
PUNTUACIÓN: 4
No lo conocía, pero tiene buena pinta :3
ResponderEliminarbesos