24/3/13

La llamada de Olga Guirao


Gracia Durán recibe una misteriosa llamada en mitad de la noche, a consecuencia de la cual acudirá a una extraña cita en las afueras de Barcelona y tendrá un primer encuentro tan imprevisible como espeluznante. Después de eso, ya nada volverá a ser lo mismo para nadie. De pronto, en la insidiosa oscuridad de una noche de tormenta, ha dado comienzo una siniestra cuenta atrás para toda la humanidad.


Aviso: Reseña llena de spoilers, más bien lo que hago es destripar el libro, por lo cual, leedla bajo vuestra responsabilidad si todavía no habéis disfrutado este genial libro.

Me encantan las historias de ciencia ficción, aunque el tema lo trato más en el cine que en la literatura, pero realmente me apasiona.

Este tiene todos los ingredientes para encantarme, tal y como ha hecho: Extraterrestres muy interesantes, un cercano fin del mundo inevitable, una nueva historia para la humanidad; fascinante.

Excepto los primeros capítulos, la historia está narrada por el extraterrestre protagonista y eso es lo que engancha tanto, conocerle y todo lo que tiene que contar. Porque tiene mucho que contar y todo es sorprendente y fascinante. No es el colmo de la originalidad pero para mí eso no le resta ningún punto. Tal vez porque es el primer libro que leo de este tema.

Es un libro corto pero intenso, lo único que “no me ha gustado” es el final, que es muy abierto, y te deja totalmente con ganas de más, de más historia y de saber a ciencia cierta lo que sucede, de presenciar la catástrofe y sus consecuencias. Aun así, en el final flota el desastre y también la esperanza.

Y todo viene, todos los problemas e incluso el fin del mundo que se avecina, de esa “nueva historia para humanidad”. El principio de todo, la condenación inevitable y premeditada de nuestro mundo y de la especie humana. Por culpa de nuestros creadores, los padres de nuestra existencia, nuestros Dioses de carne y hueso: los extraterrestres.

Nuestro mundo es su laboratorio, su jardín del Edén, y nosotros su experimento, que se les fue de las manos, jugando a ser dioses crearon sin quererlo ni poder controlarlo una nueva especie inteligente, la raza humana. No deberíamos existir, fuimos un error de cálculo, un exceso de confianza, y cuando se quisieron dar cuenta, ya era demasiado tarde. Crearon una aberración de la que se sienten culpables y responsables. Un hermoso y paradisíaco nuevo mundo, habitado por los seres inteligentes más “malvados” del universo. Porque somos defectuosos, carecemos de sus dones, y una vez hecho ya no podían mejorarnos, ni tampoco destruirnos, solo les quedaba esperar a que el tiempo, que nos tenía ya puestos en nuestro lugar, acabara con nosotros inevitablemente.

Y ellos, en su superioridad y perfección, nos temen, nos repudian, nos compadecen y nos juzgan. Los culpables de nuestra existencia, de nuestra vida y muerte, de nuestra creación y extinción.

Pero aún nos llevó algún tiempo comprender del todo que, más que una especie inteligente propiamente dicha, lo que nosotros habíamos creado era una nueva forma de dolor.
Porque aquellos pequeños seres, incapaces de comunicarse de verdad, extraviados en la limitación de su lenguaje, vivían atrozmente solos y, al final, desaparecerían sin más, como los animales; la integridad de su memoria, en una palabra, su personalidad, no podía ser transmitida a ningún otro, sino que simplemente se extinguiría, de tal forma que con cada uno de ellos nacía y moría el mundo entero y esa certidumbre y ese miedo empapaban los contados días de su vida de una tragedia y despavorida ansiedad.”

¿No es alucinante? Me habría gustado que el libro fuera más largo, más extenso, tener más, más y más.

Y nuestros creadores, los extraterrestres principales, aunque hay más ellos serán los únicos a los que conoceremos realmente, y concretamente a dos de ellos. Casi se podría decir que esos dos son Dios y Jesucristo jaja (¡blasfemia! Me parto yo sola), uno el principal responsable de nuestra creación, y el otro una especie de hijo “a lo extraterrestre”. Los únicos que se apiadarán de la especie humana, pese a nuestros errores, pues no tenemos la culpa de ser como somos, aunque el castigo es inevitable y apocalíptico.

“Pero antes de que todo acabe yo quiero dejar constancia en su propio idioma de que la culpa no es suya; aunque sean suyos el dolor, la violencia y la brutalidad, ellos son inocentes. La culpa es nuestra y solo nuestra; y el Universo entero – el mismo que los verá morir dentro de poco – lo sabe tan bien como yo.”

Y nuestro principal defecto y diferencia, lo que nos convierte casi en una abominación, es nuestra forma de comunicarnos, usamos las palabras, el idioma que ellos denominan como “el mal”, lleno de limitaciones, que nos permite mentir, engañar, manipular y hacer toda clase de maldades, cosas inconcebibles, inaceptables e imposibles para ellos, porque, sin tecnicismos, se comunican mentalmente, sin barreras, están completamente conectados.

“Nuestros respectivos idiomas determinan el orden moral de nuestros mundos: el lenguaje inmanente lleva necesariamente a vivir en la comunicación y en la verdad, mientras que la oscuridad de las palabras, es decir, los lenguajes fonéticos, comportan vivir en el aislamiento entre mentiras y simulaciones.”

Y eso hace que vivan mental y emocionalmente libres, esa exposición ha erradicado cualquier tipo de maldad en las demás especies del universo. La maldad es libre entre los humanos porque puede esconderse, en nuestras mentes, y disfrazarse, campa a sus anchas, acechando en la oscuridad de nuestros defectos y limitaciones, de nuestra “sordera” como lo llaman Ellos.

Aunque, personalmente, yo creo que el mal es algo más primitivo, algo más profundo y más difícil de extirpar. Si, forma parte de nuestra naturaleza, pero por ser humanos, simplemente, no por la “sordera”. Que estuviéramos todos conectados, cada pensamiento y sentimiento expuesto, ¿haría que la gente dejara de sentir cosas malas? De desearlas, de hacerlas… al no poder esconderse, ¿realmente eso extinguiría nuestra maldad? Me cuesta imaginarlo y concebirlo de esa forma, aunque es una bonita utopía. Ayudaría, lo reduciría sin duda. Un mundo libre, sería dolorosamente bello, y con el tiempo, evolución, olvidando nuestros defectos humanos, dejando atrás ese lastre, podría convertirse en un paraíso. Tal vez.

“Cómo, de qué modo, podía explicarle a aquella pobre mujer asustada e inerme que todos los integrantes de su especie estaban condenados a desaparecer sin remedio, y que aquellos que podían paliar semejante tragedia la observaban con algo muy parecido al alivio, como si se tratara de una especie de curación natural, que los habitantes de las civilizaciones más antiguas – los antiguos árbitros morales del Universo – con toda su enorme sabiduría a cuestas, habían hecho ingentes esfuerzos para impedir cualquier forma de auxilio a los seres humanos, y que, no obstante, lo habían hecho con un pesar inabarcable, infinito, plenamente conscientes de su responsabilidad y muy abrumados por ella. Y lo que es todavía peor: cómo iba a explicarle que no se les podía censurar por ello, puesto que acaso tuvieran razón y lo mejor, lo más cabal, fuera que los hombres desaparecieran del todo y para siempre”

¿El universo llorará más nuestra pérdida o nuestra creación? ¿Nos olvidarán con un suspiro de alivio y lágrimas de culpa en los ojos?

“A fin de cuentas, ¿qué es el mal? ¿Dónde está? ¿En la criatura que, desde la fragilidad de su destino, no hace otra cosa que cumplir su naturaleza? ¿O en la frivolidad del creador que la engendró así, sorda, desamparada y mortal?”

Pero conforme pasan las páginas cada vez hay más esperanza, no para la humanidad sino para nuestro querido extraterrestre y la inesperada misión que se le presenta, pero esa esperanza será catastrófica porque le condenará con todos nosotros, le contaminará de humanidad de forma insalvable. Y si un extraterrestre se contamina lo aíslan y marginan completamente porque al estar todos conectados sería como un virus imparable.

“El contacto con el mal mancha irremediablemente.”

La verdad es que el libro representa tal y como yo me imagino, dentro de lo que cabe, a la vida extraterrestre, superior y casi divina, y a nosotros, la especie humana, un parásito insalvable…

¿Pero en realidad somos tan insalvables? Nuestros defectos podrían arreglarlos, aunque el riesgo que correrían sería de contaminación total, ¿merecemos la pena? Solo uno piensa que sí, nuestro creador. Su infinito amor y culpabilidad hacia nosotros le harán probar, desesperadamente, que somos salvables, y lo conseguirá. Es fascinante, no necesitamos ser perfectos como ellos, solo su influencia y presencia, para aprender y transformarnos.

Y hablando de amor, también me ha gustado la forma que se le ha dado gracias a los extraterrestres. Un amor puro, inocente y absoluto. Son asexuales, ni hombre ni mujer, se unen y se aman como seres, como almas.

** Otra parte que quiero comentar **

“Dios se nutría de su desesperación e iba creciendo dentro de su cabeza igual que un tumor”

¡Amén! Y pese a que no quiero ofender a nadie, eso que quede claro, voy a ser franca porque me apetece y me da la gana.

Me gusta al principio la visión que dan de la humanidad y sus religiones y sus Dioses. Se da una visión de debilidad, mental, porque necesitamos creer en algo superior para poder sobrellevar nuestras vidas. Ellos creen que es porque estamos condenados a morir desde nuestro nacimiento, a dejar de existir, a desaparecer… es nuestra forma de afrontar la muerte, la nada. Ellos, al conocer el universo más extensamente que nosotros, y por su forma de comunicación que también hace que sus mentes puedan vivir casi eternamente, en diferentes cuerpos, no conciben un Dios, ni lo necesitan. Pero nosotros sí, esa esperanza absurda, esa ilusión infantil y demente, como creer en Papa Noel o los Reyes Magos (por decir algo) que si eres bueno te traen regalos y si no te dejan carbón. Creer que solo este mundo cruel no es lo único que tenemos, que nuestro tiempo no es tan escaso, que todo el sufrimiento merecerá la pena. Porque no somos capaces de afrontar la cruda y brutal realidad, la vida y la muerte, el final absoluto. Y nos inventamos la magia de un Dios, cada cual con el suyo, para hacerlo más llevadero. Fe. Esperanza. Miedo.

Aunque luego el extraterrestre se ablanda, y ve desde otro punto de vista la fe y la esperanza, tal vez por haberse contaminado de humanidad, no cree, pero pone en duda, ya no lo niega irrevocablemente. Y sí, es por haberse contaminado, porque ahora conoce el miedo, la desesperación del final que se avecina, la muerte completa incluso para él, y eso le hace poner en duda lo que la razón y la lógica mandan. Puede haber más universos, el infinito es demasiado grande para conocerlo entero, ¿quién sabe que puede haber allí? Y el miedo le da esperanza, le da fe, al acercarse el final.

***

“La loca creencia de que tras el horror absoluto renacería la pureza original. Pero ¿cómo, de qué modo puede el crimen devolverle la inocencia a un Universo que no tiene el don del olvido?”

PUNTUACIÓN: 4

1 comentario:

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