14/1/13

Frases 20.Los cien mil reinos (3)

“Nunca susurres su nombre en la oscuridad”
No. Era una estupidez. No, no, no.
“A menos que quieras que responda”

Había una terrible y enloquecida temeridad en mi interior. Se revolvía dando vueltas y chocaba contra las paredes de mi cabeza, un estrépito de cosas que no llegaban a ser pensamientos. De hecho, pude ver cómo se manifestaban al mirarme en el espejo: mis propios ojos me devolvieron la mirada, demasiado abiertos, con las pupilas demasiado dilatadas. Me pasé la lengua por los labios y, por un momento, no fueron los míos. Pertenecían a otra mujer, mucho más valiente y estúpida que yo.

El cuarto de baño no estaba a oscuras gracias a las paredes brillantes, pero la oscuridad adopta muchas formas. Cerré los ojos y le hablé a la negrura que había bajo mis labios.

- Nahadoth – dije.

Mis labios apenas se movieron. Solo había insuflado a la palabra el aliento suficiente para hacerle audible y nada más. Ni si quiera me oí yo misma entre el ruido del agua corriente y los latidos de mi corazón. Pero esperé. Dos respiraciones. Tres.
No sucedió nada.
Durante un instante sentí una decepción totalmente irracional. Tras ella llegó al instante una sensación de alivio y de furia contra mí misma. ¿Qué me pasaba, por el Maelstrom? En toda mi vida había hecho algo tan estúpido. Debía haber perdido la razón.

Le di la espalda al espejo… y en ese mismo instante las paredes se oscurecieron.

- Pero qué… - comencé a decir y una boca se posó sobre la mía.

Aunque la lógica no me hubiese dicho de quién se trataba, lo habría hecho el beso. No tenía sabor, solo humedad y fuerza, y una lengua ávida y ágil que se enroscó alrededor de la mía como una serpiente. Su boca estaba mucho más fría que la de T´vril. Pero sentí que un calor de naturaleza distinta se apoderaba de mí como respuesta y cuando unas manos comenzaron a explorar mi cuerpo, fui incapaz de impedir que mi cuerpo se retorciera para salir a su encuentro. La respiración se me aceleró al sentir que, finalmente, aquella boca reclamaba la mía y penetraba en mi garganta.

Sabía que tendría que haberlo detenido. Sabía que era su manera preferida de matar. Pero cuando unas cuerdas invisibles me levantaron en vilo y me inmovilizaron contra la pared y unos dedos se deslizaron entre mis músculos para interpretar una música sutil, pensar se hizo imposible. Aquella boca, su boca, estaba por todas partes. Debía de tener una docena de ellas. Cada vez que yo gemía o gritaba, una de ellas me besaba y se bebía el sonido como si fuese vino. Cuando podía contenerme, su cara se pegaba a mi cabello. Su aliento era suave y rápido junto a mi oído. Traté de alargar los brazos, creo que para abrazarlo, pero no había nada allí. Entonces sus dedos hicieron algo nuevo y comencé a gritar, a gritar con toda la fuerza de mis pulmones, pero volvió a taparme la boca y desapareció todo sonido, toda luz, todo movimiento. Los había engullido por completo. No había nada más que placer, un placer que parecía prolongarse por toda la eternidad. Si me hubiera matado allí mismo, había muerto feliz.
Entonces desapareció.
Abrí los ojos.

Estaba en el suelo del baño. Tenía los miembros flácidos, temblorosos. Las paredes volvían a brillar. A mi lado, la bañera estaba llena hasta el borde de agua humeante. Los grifos estaban cerrados. Me encontraba sola.
Me levanté, me bañé y volví a la cama. T´vril murmuró en sueños y me rodeó con un brazo. Me acurruqué contra él y, durante el resto de la noche, me dije que temblaba de miedo, nada más.


2 comentarios:

  1. Me encanto este libro... tiene muchos fragmentos que merecen ser recordados, sobretodo en los que aparece Nahadoth como este -me gustó mucho el personaje :P

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  2. Hola guapa!!

    Uy, pues voy a tener que echarle el lazo a este libro, que pinta bien ;)

    Un besote y gracias por las frases cielo!

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